RÍO DE JANEIRO.- Fue hace menos de tres meses, el 1 de diciembre, cuando finalmente Juan Martín del Potro, el tenista argentino más trascedente de la historia después de Guillermo Vilas, asumió que el deporte de las raquetas se le había terminado "para siempre". Antes de su emotiva despedida en el Parque Roca con Novak Djokovic todavía conservaba una pequeña ilusión de recuperar la maltrecha rodilla derecha y volver a competir en el tour. Pero tras aquel día, con la cálida complicidad de la leyenda serbia, asumió la realidad y, de una vez por todas, sintió alivio. ¿Por qué? Porque ya no debía hacer desgastantes esfuerzos para volver, ya no tenía que mentirse ni seguir tomando calmantes o entrando en quirófanos en busca de una milagrosa solución.Su vida, a los 36 años, entró en otra etapa. Hoy, mañana y siempre, el tandilense disfrutará del brillo y la explosión que derramó en los courts del mundo durante diecisiete temporadas interrumpidas dramáticamente por severas lesiones de muñeca y rodilla. Será justo que dentro de unos años entre en el Salón de la Fama Internacional del Tenis, en Newport, donde están sólo Vilas y Gabriela Sabatini con la bandera argentina. Es una celebridad y así lo tratan."Solos contra el resto". Río Open: el vínculo con Argentina, los "hermanos pobres" de la ATP y la chance de mudar a canchas durasEl Río Open, único ATP 500 de la gira por Sudamérica, lo invitó para realizar distintas acciones, incluida la entrega del premio al campeón y una exhibición de dobles con João Fonseca y dos de los representantes de tenis adaptado en el torneo, Gustavo Fernández y el local Daniel Rodrigues. En la ciudad carioca, precisamente, Juan Martín escribió uno de los más emotivos capítulos, logrando la medalla plateada en los Juegos Olímpicos de 2016 (con éxitos ante Nole y Rafael Nadal), año de su retorno al circuito después de estar casi retirado.El calor derrite la tarde. El acondicionado microcine del Jockey Club Brasileiro es el espacio elegido por el Río Open para que Del Potro responda ante un puñado de periodistas locales e internacionales. Toca distintos temas. Los buenos recuerdos que le genera la ciudad ("siempre va a estar en mi corazón. Conmigo se rompió la barrera del clásico Argentina-Brasil; muchos fans de acá empezaron a quererme, como ahora a Fonseca en Buenos Aires y antes con Guga Kuerten"), el polémico caso Jannik Sinner ("no conozco el detalle, pero sí puedo decir que veo rara toda la situación. No sé si es culpable o inocente, pero todos perdieron un poco de credibilidad"), su salud ("día a día tengo dolor. Luego de que consiga curar mi pierna y vea lo que fui como deportista podré decir que estaré realizado. Todavía me cuesta porque lo de la rodilla es una secuela de mi trabajo") y la actualidad del tenis sudamericano ("está muy bien. Hay muchos argentinos. Brasil también tiene jugadores; ahora Fonseca es la nueva estrella y tiene potencial para ser la bandera del tenis de la región"). Luego hace una pausa y se acomoda en otro sector para profundizar con LA NACION.-¿Cómo reaccionaste cuando bajó la espuma de la despedida?-Fue aliviador. Sí. Me sentí así, porque estaba con muchísima presión en las semanas previas. Una presión que antes era normal y natural: entrar en la cancha, ver a la gente en las tribunas... Pero las dudas por si la pierna iba a aguantar, tener a Novak enfrente, que él realmente pasara un buen momento, yo siendo el anfitrión... Era como organizar un evento en tu casa y que nada fallara; la vara estaba alta. A la mañana siguiente todavía teníamos compromisos. Recuerdo cuando fui a despedirlo al aeropuerto, después de varias horas que habían sido una locura. Esa noche llegué a mi casa y encontré silencio, empezó a caerme todo el cansancio y la adrenalina, me junté a comer con tres o cuatro amigos y fue caer... no de toda la carrera, sino de que la despedida había sido soñada. El trabajo estaba hecho. Creo que recién a los dos días empecé a sentir que la mochila tan pesada que tenía en mi carrera durante años ya no estaba. Tras levantarme a diario en los últimos seis meses pensando en la pierna, en los días siguientes a la despedida fue como decir: 'Bueno, la pierna está ahí y ya todo se cumplió. No pasa nada'.-En algún momento habrás dudado de presentarte...-Había tenido dudas... Quería dar otra imagen que la de Buenos Aires [cuando jugó su último partido oficial, en 2022]. Después, cuando me puse a entrenarme, sentía alta la vara. No te digo que quería jugarle de igual a igual a Nole, pero... Después fui entendiendo que mi cuerpo no iba a darme esa oportunidad. A mí, naturalmente, me salió: "Me entreno más fuerte. Me banco el dolor. Me tomo una pastilla más. Me infiltro. Tengo que estar bien". Y de repente escuchaba a mi alrededor: "Es tu despedida. Andá tranquilo. Disfrutala. No te preocupes. Hacé lo que puedas, la gente sabe cómo estás". Y, bueno, tuve esa lucha interna durante semanas hasta que poco a poco fui entendiendo. Pero quería sentirme bien. Los últimos días, más que nada, pensé cómo podía presentarme bien con lo que tenía: sacando fuerte y pegándole de derecha fuerte desde mi lugar.-Obviamente, contabas con la complicidad de Nole, que iba a tirarte al cuerpo.[Sonríe] -Desde antes de subirse al avión Nole tenía prohibido tirarme un drop shot. Nole es tan bueno en lo tenístico, además de en todo el resto, que hizo todo. Hasta me sorprendió con el último punto; no fue planeado ni nada [Juan Martín lo definió con un drive]. De hecho, él me hacía una seña y yo no entendía qué quería. Me decía como "vení a la red", pero no entendía a qué se refería. Hasta que entendí que iba a sacar despacio para que terminara mi carrera con el drive. Al otro día hablamos de eso y me dijo: "¡Menos mal que la metiste, porque si no lo hacías era un papelón!". Errar la última derecha de mi vida habría sido terrible [sonríe]. Fue muy lindo porque yo pude cumplirle con hechos lo que le había prometido con palabras. Yo le había dicho: "Quiero que pases un gran momento. Es mi despedida, pero vos sos vos". No sólo yo, sino también la gente, le dimos amor y cariño porque era Djokovic y porque se creó un contexto en el que todos se dieron cuenta del gesto que estaba teniendo para conmigo. Es hasta el día de hoy que la gente sigue hablándome de la despedida. Muchos me dijeron: "Mirá, Juan, yo amo a Roger, tengo la vincha de Rafa, pero después de conocer a Novak y ver lo que hizo por vos, lo tengo en el corazón para siempre". Mucha gente me lo dijo. Fue un sueño cumplido, porque él se llevó todo eso teniendo un gran gesto. Él sabe también que hay mucha gente del Team Federer y otros tantos del Team Nadal; él lo sufrió y le pasa, pero tiene suficiente autoestima para encararlo. Cada día que puedo le digo que los corazones de los fanáticos están dividido en tres; antes, él no estaba en los de mucha gente, pero hoy se metió. Tiene mucha nobleza y generosidad.-¿Y cómo te sentís hoy?-La rodilla está... Hoy no tengo nada que me apremie como la despedida o como la ilusión interna de creer que tengo que volver a jugar. Jugué una exhibición en Delray Beach en dobles, algo que puedo pilotear más que el singles. Obviamente, a mi compañero le digo: "Las reglas son estas: tres cuartos de la cancha son para vos y yo acá, en un costado". Eso está hablado [sonríe]. Hoy ya no tengo la espina de volver a jugar en el circuito. Lo que sí me pasaría para sentirme realizado o completo es jugar al fútbol con mis amigos y que la rodilla dejara de dolerme.-¿Estás haciendo nuevos tratamientos?-No, ahora no. Después de la despedida me tomé un momento para poner la cabeza en cero. Realmente fue muy estresante todo lo de la despedida, y el post, también, pero empecé a descansar, me fui unos días de vacaciones después de mucho tiempo. Ahora estoy de nuevo con la academia en Boynton Beach, pero sin la mochila encima. Fundamental para vivir tranquilo.-Cuando mirás atrás, ¿qué es lo que más te enorgullece de tu carrera?-Volví de etapas muy difíciles. El nunca bajar los brazos y el reinventarme constantemente me enorgullecen. Ahora veo a Fonseca y me recuerda a mí a los 18, 19 años; en esa época yo tenía mejor revés que drive. Y el saque no era mi gran golpe, para la altura que tenía. Cómo logré aprender y mejorar también me enorgullece. Después, por las lesiones, cómo reinventé el revés con slice, cómo cambié la manera de jugar, cómo pasó a ser mi derecha el mejor golpe y transmitirles a los rivales "acá no me tires, porque vuelve el winner". Hubo un montón de cosas. Esto de tocar la gloria, caer, volver, subir y bajar, no sólo en el resultado deportivo sino también en la vida. Me acuerdo de un hecho que para mí fue terrible. Volví en el Australian Open 2011 después de estar casi todo el 2010 sin jugar [por una cirugía de la muñeca derecha], fui a buscar mi auto para que me llevaran al club y me mandaron al colectivo que salía cada media hora. Yo veía que todos los top tenían su auto, su chofer, esto y lo otro... Pero yo había ganado el US Open hacía casi nada, había sido top ten, y una lesión me había sacado. Eso pasa mucho en nuestro deporte; es cruel, pero es así. En aquel momento dije: "No, la p... madre". Es como volver a empezar, tomarte el colectivo cada media hora... Después volví a ganar, a ganar, a ganar, a estar top 5, y volví a tener el auto a disposición, la mejor habitación de hotel, la cancha principal. Es otra película que no se ve, pero psicológicamente es duro.-¿Muchas veces viven dentro de una burbuja?-Sí, pero eso de Australia me ayudó a lo largo de mi carrera y para la vida. Cuando estaba número 3 o 4 del mundo tenía todo, pero cuando me tocó lesionarme, ya no. Es así, no es un cuento: tenés todo y no tenés nada, nada; a veces no te quedan ni amigos. Es cruel, pero es así. Yo también sufrí los amigos del campeón, pero es normal. O cuando murió mi viejo, lo mismo: de ver un montón de gente que siempre estaba, a que no estuviera más. Pero, qué se yo; estoy dándome cuenta de que es la ley de la vida. Cuando volví de la primera lesión de la muñeca, dije: "Buenísimo". Después me lesioné la otra muñeca, volví para abajo y sabía lo que era ese camino. Después volví a subir y así fue. Es un montón de cosas que me pasaron en mi carrera y en lo personal, que trato de compartir con gente para que pueda manejar la situación de otra manera.-Sería muy valioso que, teniendo en cuenta lo que representás para el tenis argentino, fueras una fuente de consulta permanente para los jugadores del país. ¿Estarías dispuesto?-Sí, sí. De hecho, lo hago y lo hacen, sin ningún tipo de interés. Me acuerdo de que hace unos años Tommy Etcheverry me preguntó una técnica del saque en un pasillo del Tenis Club Argentino. Y Seba Báez y Fran [Cerúndolo], lo mismo. Tengo buena onda con ellos. Me encanta haber dejado una marquita en ellos y que lo tomen de esa manera. No sé si lo saben o lo sienten, pero que sepan que yo estoy como para acompañarlos con este montón de cosas. Ahora se habla mucho de Fonseca, de su edad; sé que los padres están por acá [en el Río Open] y yo puedo compartir con ellos todo lo que viví a esa edad. Si algo de todo lo que te cuente te sirve, me sentiré bien. En definitiva, a todos nos pasa más o menos lo mismo: que te pongan allá arriba, que vas a ser el número uno... Lo que a Fonseca le dicen hoy, a mí me lo dijeron a la misma edad, pero después hay un mundo en el medio. A mí no sólo me pasó lo de las lesiones, sino que además aparecieron Federer, Nadal, Murray, Djokovic, Wawrinka... una era de oro. Han marcado una era en el tenis, y ser un pequeño eslabón de esa cadena me genera mucho orgullo. Pero ellos, los chicos argentinos, saben que yo estoy.
El argentino se encuentra en Brasil para entregar el trofeo al campeón del ATP 500 que se juega en la ciudad carioca."Creo que nadie salió con algo positivo de todo eso", contó.