ballet

Fuente: La Nación
12/04/2024 17:18

Ballet contemporáneo: la temporada del San Martín comienza con un programa doble tan austero como virtuoso

Los gestos de la sal, coreografía de Teresa Duggan (sobre un cuento de Alejandra Kamiya). Música: Gingo Ohno. Vestuario: Nam Tanochi. Escenografía: Mariela Solari. El eco de las manos, coreografía y vestuario: Nicolás Berrueta. Idea: Claudio Martini y Berrueta. Música: Claudio Martini. Iluminación en las dos obras: Alberto Lemme. Ballet Contemporáneo; con dirección de Andrea Chinetti. Codirección: Diego Poblete. Asistencia coreográfica: Elizabeth Rodríguez y Melisa Buchelli. Teatro Regio, Córdoba 6056. Funciones: de jueves a domingos, a las 20, hasta el domingo 28. Nuestra opinión: muy buenoFuera del Teatro San Martín, su ámbito natural, el Ballet Contemporáneo acomete un díptico de autores nacionales en un espectáculo austero y virtuoso, a la vez, sin escenografías corpóreas ni vestuarios suntuosos, pero con rigor interpretativo y vuelo poético en las dos obras -estrenos, ambas- que componen el programa. Y que, en algún sentido, se complementan. Lo sensorial, por lo demás, se insinúa como una constante común a las dos.Así, el viento atraviesa el desarrollo de Los gestos de la sal en el relato original de Alejandra Kamiya y trasciende a la puesta en movimiento que emprende Teresa Duggan. Un viento que se manifiesta en figuras danzantes con atractivas polleras en rojo (con armazón, acierto de la vestuarista Nam Tanochi). De un fondo de colinas blancas y de un grupo de trabajadores de la sal se desprenden dos cuerpos: Rodrigo Etelechea y Fiorella Federico encarnan con convicción a Atanasio y Petra, los personajes centrales de esta historia, que Duggan moviliza con una sensibilidad afín a la de la narradora literaria.En un rapto macbethiano, los "árboles" avanzan, movidos por otras bailarinas, como el bosque de Birnam, pero desprovisto de follaje y de amenaza. Dos especies de hadas (o "shamanas", corporizadas con gracia por Lucía Bargados y Daniela López), algo así como el espíritu de las salinas, sugieren la índole peculiar de este relato que bascula entre la cotidianidad y lo feérico, en el sobrio lenguaje compositivo que maneja Duggan, sostenido por la admirable musicalización de Gingo Ohno. La cual, a través de una quena y un huayno, da la pauta de ambientación con la que la coreógrafa otorga un enclave preciso (el Altiplano) a la deliberada indefinición geográfica del relato original.Rodrigo Etelechea y Fiorella Federico (Atanasio y Petra) "se enamoran" en un grato dúo, deslizante, al son de una zamba, y acaban en una previsible boda. Hay un segundo tema o motivo, el de las rosas ("que parecen la envoltura de un corazón"), que asumirá un rol preponderante. Las flores se van apagando, pero "Un día la panza de Petra se redondearáâ?¦", y algo del pasado renace -era previsible- en una nueva criatura con nombre floral.El auspicioso debut en la composición coreográfica de Nicolás Berrueta denota que el autor de El eco de las manos no carecía de experiencia. Exbailarín de esta misma compañía en tiempos en que la dirigía Mauricio Wainrot y luego de su paso por un elenco chileno, Berrueta pone en juego a doce integrantes del Ballet Contemporáneo con una formidable propuesta no narrativa, dividida en varios bloques, de puro movimiento, con un arranque intenso, agitado, de dispersión y alineamiento, centrado en la figura de Juan Camargo. Hay contorsiones en distintos niveles, hasta que se suma, en dúo con él, Manuela Suárez Poch.El acercamiento de la intérprete femenina será reiterativo, provocador, en un juego de atractivos diseños corporales que adquiere distintas dinámicas a lo largo de la exhaustiva media hora que dura la pieza. En más de un tramo de esta sucesión de sagaces trazados coreográficos se impone el módulo del contrapunto, sostenido entre el solista y el grupo, que se insinúan como obsesiones subjetivas, ante las que Camargo se debate por desprenderse. Todo, sostenido por la potente banda sonora de Claudio Martini (a pesar del deficiente equipamiento de sonido del Regio), de complejo entramado compositivo, que respalda con eficacia -a pesar de algún exceso un tanto hollywoodense- la vorágine de cuerpos exaltados que prenuncia el final.Hay dúos en los laterales del proscenio (Eliana Picallo-Matías Coria, de un lado, y Camila Arechavaleta-Jonás Grassi, del otro), que dan un respiro al protagonista, anclado en soledad en el centro de la escena. Pero pronto se reinicia el asedio: es la peripecia del hombre que está solo y se debate con sus espectros interiores, que acaban cubriéndolo de tules, como de novias fantasmales. Manuela Suárez Poch comparte con Camargo un dúo particularmente violento, entre la pasión y la ferocidad, en el que se evidencian los nobles modelos de danza contemporánea que subyacen a la formación de Berrueta.El Ballet Contemporáneo, que con firmeza dirigen Andrea Chinetti y Diego Poblete, pone a prueba la entrega de sus integrantes; así, saltar con la misma eficacia de los climas narrativos poéticos de la apertura del programa al exigente desafío corporal, casi abstracto, de la pieza de cierre, revela -una vez más- la ductilidad y la amplitud de registro de la compañía oficial.

Fuente: Clarín
12/04/2024 14:18

El estreno del Ballet Contemporáneo del San Martín, con rasgos de inocencia, vuelo lírico y la potencia de la danza

Por primera vez, la compañía de baile salió de su hábitat natural y se presenta en el Teatro Regio."Los gestos de la sal" y "El eco de las manos", las dos obras que danzan, tienen muchísimo mérito.

Fuente: Clarín
10/04/2024 13:00

El Ballet del San Martín sale por primera vez a los barrios, dónde y cuándo verlo

La prestigiosa compañía de baile hará un ciclo en el Teatro Regio, de Palermo, con un doble programa: "Los gestos de la sal" y "El eco de las manos".Hablan los creadores de las obras.

Fuente: La Nación
09/04/2024 02:00

El Ballet Contemporáneo, con los gestos y las manos en primer plano

El Ballet Contemporáneo del San Martín se muda para abrir su temporada 2024 al Teatro Regio, donde a partir de esta semana, de jueves a domingos, estará presentando dos estrenos de artistas argentinos. El programa Duggan+Berrueta le aporta al elenco la experiencia en dos nuevos procesos de creación, que trabajaron desde la semilla durante los últimos meses en el estudio. Ambos coreógrafos, por diferentes razones, son bien conocidos para la compañía: con Teresa Duggan hicieron no hace tanto Dos pétalos y con Nicolás Berrueta, ex bailarín del elenco, que está de vuelta en casa después de una década en el exterior, los une una cierta familiaridad.Cuando faltan pocas horas para que se corra el telón, Duggan vuelve a tener esa impresión de "preparto" que ya atravesó tantas veces -aunque de carne y hueso solo tenga un hijo-. "Con la creación, siento que genero criaturas y esta emoción en la víspera siempre es mucho peor que el acontecimiento", se ríe, mientras termina de resolver cuál es el mejor lugar para poner unos piletones que forman parte de la escena en Los gestos de la sal, basado en el relato de la escritora Alejandra Kamiya. Duggan tomó ese cuento, incluido en El sol mueve la sombra de las cosas quietas, para contar el suyo propio, y no es de extrañar la elección. Hay una completa afinidad entre el imaginario y los paisajes de una y la otra. ¿Separadas al nacer? Una es hija de padre japonés -como Gingo Ohno, autor de la música original de esta pieza-, la otra "japonesa por elección". Lo oriental, la relevancia de la naturaleza, el rescate de los rituales está a menudo presente en ambas."Tuve un encuentro muy mágico con Alejandra -revela-. La conocí en persona el año pasado, fui a la charla de presentación de otro de sus libros, La paciencia del agua sobre cada piedra. Cuando estaba frente a ella para que me firmara un ejemplar, me preguntó mi nombre: "¡No puedo creer que sos Teresa Duggan!", se sorprendió. La admiración era mutua y fue tan inesperado que enseguida le dije que en algún momento querría trabajar con un texto suyo. Anoté su teléfono y transformamos esto en algo más que una anécdota".A Teresa se le había quedado "impregnado" el relato de Petra y Atanasio, ese ambiente de la salina, la austeridad, el pueblo. Todos elementos que por otra parte la trasladan a su infancia en el pueblo que se llama como ella: Duggan, en el partido de San Antonio de Areco. "La sensación de amplitud y de cielos. El tiempo pasa muy distinto que en la ciudad. Pensá que yo iba al colegio en Zulky", recuerda. Este de la ficción también es un pueblo donde hay mucha amistad, solidaridad, que celebra la pureza de los afectos.Entre la historia original -por una cuestión sonora y musical, la coreógrafa traslada la acción al norte de nuestro país- y un desarrollo de movimiento menos apegado al hilo narrativo, la obra encontró un mix. "Fui guiándome por el cuento para ordenar las escenas. El primer día de ensayos, Alejandra le leyó el cuento al Ballet. Incluyo su voz grabada en algunas citas que quería que estuvieran presentes. Los gestos de la sal tiene toda una parte que es más simple, con la presentación de los personajes, y luego empieza a tomar vuelo. Trabajo mucho con objetos; en este caso son ramas, un hilo con unas agujas, una tela grande. Con muy pocos elementos, la escenografía de Mariela Solari es muy importante. Creo que de cada vez hago más puesta en escena que coreografía", define Duggan, que sumó al cuento un par de haditas. "Son unas chamanitas, seres superiores que mueven el aire, como los espíritus del salar. La idea es que siempre hay algo superior. Lo espiritual, la magia, está en el día a día". Para contribuir en los momentos difíciles, ella apuesta a continuar persiguiendo la belleza, "pero hablo de aquella que es transformadora -aclara-, no la decorativa".Manos a la obraLuego de un año de haber regresado a vivir a la Argentina (ahora son tres, con su mujer y una chiquita de casi cuatro años que los tiene enamorados), Nicolás Berrueta vuelve ahora también a la que fue su cuna artística. Como bailarín, no solamente se formó en el Taller de Danza del Teatro San Martín sino que integró durante una década la compañía, cuando todavía lo dirigía Mauricio Wainrot. "Es fuertísimo, como de película. Me fui hace doce años y después de estar afuera, creciendo mucho, me reencuentro a trabajar con mis compañeros desde otro lugar. Andrea [Chinetti, la directora] fue maestra mía, con Diego [el codirector de la compañía] éramos compañeros cuando bailábamos; es este un ambiente cercano, de gente que admiro mucho", admite. "Al principio fue raro: de qué manera llegar a la sala y mantener una seria seriedad y el compromiso sabiendo que, ahí, están tus amigos. Pero me encontré con un profesionalismo muy hermoso, y las cosas nunca se mezclaron. Se los agradecí a todos".Con El eco de las manos Berrueta sigue descubriéndose como coreógrafo, un camino que hace poco comenzó a andar en Chile. "Recién hace un año que me bajé del escenario, porque tenía las ganas y la necesidad de hacer esto, para lo que me fui preparando". Su lenguaje -considera- requiere de mucha escucha. "No se trata solamente de que les pase un movimiento y lo puedan reproducir. Aunque me gusta que los grupos vayan parejos, en una misma idea, quiero que conserven sus individualidades. Todo tiene que ver con la manera en que las sensaciones nos van dando distintas texturas para poder movernos, que desde una imagen podemos abordar una emoción que nos lleve a un movimiento físico". La principal influencia para esta etapa dedicada a la creación está en el lenguaje y la pedagogía gaga del reconocido coreógrafo israelí Ohad Naharin, con quien en 2017 el argentino hizo una formación intensiva. "Es tan poderoso que no solo te da un lenguaje, sino que te hace encontrar el propio". Además, señala las enseñanzas de otro israelí, Hofesh Shechter, también salido de las entrañas de la Batsheva Dance Company.Su pieza, de media hora de duración, pone en escena a doce bailarines que se alternarán en dos repartos. "Es una obra muy bailada, que no se ajusta a una narración, pero tiene un guion que trabajamos juntos con el músico de la obra, Claudio Martini, para tener un anclaje. Hay un personaje central al que le ocurren ciertas transformaciones y, de manera cíclica, logra trascender las cosas que le pasan. El grupo que se mueve alrededor de él provoca o representa las emociones en sí mismas", anticipa. Juan Camargo y Boris Pereyra se alternan en ese rol principal, mientras que en el cuerpo de baile aparecerán otras singularidades, como la que encarna Manuela Suárez Poch: "Ella está todo el tiempo presionando, hostigando, generando límites".El eco de las manos no es solo un título bonito y metafórico que Berrueta encontró para referirse a "esos toques que hemos recibido a lo largo de la vida y que generan un cambio en la forma en la que vamos caminando". Además, en la coreografía, "tocar, acariciar y sentirse abrazados tanto como reaccionar cuando las cosas se nos vienen encima" le dan a las manos un rol fundamental. "La imagen de las manos tiene vital importancia, es el motor de mi lenguaje, incluso para moldear el aire". Otra posible asociación se establece entre el trabajo artesanal con los cuerpos que hace Berrueta y su otra faceta, la de masajista. "Me siento más como un artesano, con esa dedicación que tienen los maestros japoneses. ¿Viste cuando de pronto sacan esas teteras que son una belleza: ahí podés ver y sentir toda su dedicación".Para agendarDuggan + Berrueta. Programa compartido con dos nuevas obras para el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín: Los gestos de la sal, de Teresa Duggan, y El eco de las manos, de Nicolás Berrueta. Desde el 11 de abril, a las 20, en el Teatro Regio, Av. Córdoba 6056. Funciones de jueves a domingos, a las 20, hasta fin de mes. Entradas desde $ 3400.

Fuente: Infobae
02/04/2024 23:25

Ballet Folklórico de Amalia Hernández anuncia presentaciones en abril: fechas y precio de los boletos

El grupo dancístico ejecutará coreografías representativas de México

Fuente: La Nación
16/03/2024 01:00

Y un día... Julio Bocca volvió a Buenos Aires: del Ballet del San Martín al Teatro Colón, en plan maestro

Es el cuarto día de Julio Bocca en Buenos Aires y el cuarto día que llueve sin parar. Poca gente camina por la calle, un escenario gris y difuso que juega a favor para cualquiera que busque pasar inadvertido. Después de cerrar en Buenos Aires su carrera de bailarín, en 2007, con la 9 de Julio a tope de gente para despedirlo -una función llena de estrellas internacionales de la danza y con los cantantes más populares del país (de Mercedes Sosa a la Mona Giménez)-, Bocca salió con custodia policial evadiendo a la multitud. Entonces se rapó, para que no lo reconocieran; como un primer gesto de libertad de cara al día después de una carrera más exitosa, imposible. Y se fue a vivir a Uruguay. Diecisiete años más tarde muchas cosas son distintas, aunque sus pies sigan haciendo algunos pases de magia dignos de admiración. Ahora, con una melena crecida y más clara que lo habitual, que cortará en vivo la semana que viene en el streaming Olga, con Humberto Tortonese, no sólo confirma que a los 57 todavía puede cambiar de look a su antojo, sino que le sirve para camuflarse. Hoy la popularidad es otra. Va del teatro al médico y vuelve al hotel cinco estrellas donde se aloja por quince días enfrente del Teatro Colón. "La mayoría no me reconoce", confirma. Y pareciera a propósito entonces que justo una mujer lo pare en Viamonte y Libertad, para decirle: "Gracias, gracias, gracias". El cariño de la gente, bien lo sabe, es impagable.No es frecuente que Bocca pase tanto tiempo de este lado del río; tampoco se le da por la nostalgia. Esta vez, la ciudad, lo tiene de algún modo desconcertado. "Iba en el taxi por el centro y en un momento me sentí como perdido, no reconocía donde estaba, no me ubicaba, ¡y eso que estaba en la zona!". El año pasado, por ejemplo, apenas si vino dos días: uno para dar una conferencia por el 25ª aniversario de su fundación que tiene sede en las Galerías Pacífico, y el otro para reunirse con amigos a recordar al entrañable Lino Patalano, cuando se cumplía el primer año desde su muerte. "Se hace difícil -confiesa-. Todavía lo tengo en los 'contactos' del celular. A veces, cuando no recuerdo algo, pienso en escribirle, porque él se acordaba de todos los detalles. ¡Nada que ver conmigo!".En esta visita, va mano a mano con la lista de cumplidos y pendientes: todavía no fue a Munro, donde está la casa de su infancia, no vio a su hermana ni a los amigos del barrio. También le falta visitar al Dr. Muscolo, su traumatólogo de siempre, una eminencia del Hospital Italiano. Lo único inamovible en su agenda son los compromisos de maestro, las horas que pasa con las dos compañías más importantes del país: el Ballet Contemporáneo del San Martín y Ballet Estable del Teatro Colón. Y con sus respectivas escuelas: el lunes era su día libre hasta que apuntó una charla motivadora para los alumnos del Instituto Superior de Arte -donde él mismo se formó- y una clase al Taller de Danza Contemporánea.Jueves, 10 AMCuando faltan pocos minutos para la diez de la mañana no hay más que bailarines con el paso apurado atravesando el hall del teatro que da a la avenida Corrientes. Sin excepción, todos pasan junto al busto del General San Martín que está en la entrada: no es devoción por el padre de la patria, simplemente detrás del prócer está la máquina donde tienen que fichar. Causa gracia ver la escena.En esta compañía profesional de 33 bailarines la clase es obligatoria. Julio dirá luego, con mucha naturalidad, que para un bailarín "tomar la clase es como levantarse y desayunar, ¿a quién se le puede ocurrir pasarse el día sin comer?". A la hora en punto, en el salón del piso 9, no falta nadie (incluso, se ven algunas caras nuevas) y desde el primer ejercicio de la barra hasta el último del centro habrá un crescendo de intensidad y dinámica que no da margen a las distracciones. "Hagan un passé y diviértanse", sale Bocca a jugar a las rimas, y más que una indicación es una forma de relajar y dar aliento. El pianista, de repertorio versátil, pasa de Giselle a El día que me quieras, y como el hada madrina de La cenicienta, aporta lo suyo al divertimento cuando le hace decir a las teclas abracadabra, patas de cabra, 'Bibidi', 'Babidi' y 'Boo' para acompañar una combinación tan veloz que puede necesitar de algún truco para salir airosa."Recuerdo que la compañía tenía una técnica más clásica cuando estaba Mauricio Wainrot en la dirección; ahora, en cambio, parecieran verse más las personalidades", piensa, respetuoso en abrir cualquier tipo de juicio. Desde la dirección, la llegada de Bocca es vista como un gran estímulo, un aliciente para los bailarines, que sin protocolos dejan escapar una exclamación cuando un salto no llega a tiempo o si el double tour no cierra perfecto al caer del aire. Al chico de la bandana verde le corrige un detalle en el hombro, que resulta clave: la próxima pirueta le sale perfecta. El calor agobia, en la ropa no cabe una gota más de sudor, pero igual, al final, todos se toman unos minutos extra para aplaudir al maestro, que algo habrá hecho para estar allí. Y se toman la foto de rigor."Mi clase es igual en todas partes del mundo, si son profesionales o estudiantes, si la compañía es clásica o contemporánea. Los pasos pueden cambiar, pero es la misma dinámica. Una clase cuadradita y simple". ¿El método Bocca? "¡El método Burmann! -le da crédito a su propio maestro, fallecido en la pandemia de coronavirus, que tanto le enseñó en los años de Nueva York-; yo lo tomé de él y lo seguí trasmitiendo. Es básico, no inventé nada ni creo que Willy lo haya hecho. En la danza, la quinta es la quinta, un giro es un giro, y la base está en los dedos, no en el talón. Después está la impronta que le pongas: cómo te presentás y qué transmitís. Ahí siento que después de trabajar en tantos lugares del mundo aprendí muchísimo. Trato de ver qué puedo aportar e incentivar, que no pierdan la buena energía, que la pasen bien también. Yo en general la paso bien. Y a los bailarines les digo tres cosas: tienen que poner un poco de ustedes, que están haciendo lo que les gusta. Que el maestro también necesita una retribución, es un ida y vuelta, no solo va a dar. Que traten de encontrar su personalidad".Después de la siestaCuatro horas más tarde, después de consultar a una nutricionista con la que comenzará un tratamiento nuevo -sea corta o larga, cada visita de Bocca a Buenos Aires incluye varias visitas al médico-, y tras una siesta reparadora de "por lo menos media hora", Bocca debería estar en la puerta del Colón, en la entrada de artistas. LA NACION lo espera para continuar la recorrida de un día completo de clases y charlas, entre fotos y cafés, que terminará recién cuando se apaguen las luces de la sala para dar comienzo a la tercera de once funciones de Carmina Burana. El que entra, en cambio, es Jorge Telerman, director general del teatro, con su don de anfitrión. En broma sólo a medias, busca complicidad y propone un trato para retener a la mayor figura viva de la danza argentina. Las risas se sobrentienden.Paladín de la puntualidad, era imposible que Bocca estuviera llegando tarde. Instalado desde más temprano en el Salón Dorado, con un cambio de ropa para la producción de fotos, sugiere cómo optimizar el tiempo hasta el horario de su próxima clase, con el Ballet Estable, en la sala 9 de Julio del tercer subsuelo. En la coqueta confitería del Pasaje de Carruajes, pide un americano -no en vano vivió tantos años en Estados Unidos- y escucha la anécdota.-Mientras te esperábamos en la puerta de la calle Cerrito nos encontramos con Telerman, está muy contento con tu visita. Y bromeando, propuso un trato: si te convenzo de que te quedes más tiempo en Buenos Aires, él luego hace su parte". ¿Cómo lo ves?-Bien [se ríe]. "¡Suerte en pila!", como se dice allá.-Ya contestás como uruguayo.-¡Y son 16 años viviendo ahí! Lo que pasa es que para eso tendrían que aceptar mis condiciones. Y yo tengo una mentalidad y una forma de trabajar muy diferente a la del Colón. Pero si fueran por ese camino, podemos hablar. Por ejemplo: a las 18.15, tengo que dar una clase de una hora y cuarto, justo antes de la función, cuando es algo que se hace a la mañana, y antes de salir al escenario un calentamiento, no al revés. Después, ¿empezar a trabajar a las 11? Yo soy de las ocho horas, como en cualquier parte del mundo, con una programación agendada a dos años, un presupuesto para saber qué puedo manejar y qué no. Si yo vengo acá, la orquesta, el coro y el ballet tienen que ser iguales. Tener una oficina. Mínimo. No creo que todo esoâ?¦-Decís lo mismo en los casi 17 años que pasaron desde que te retiraste.-Sí, y todas estas cosas también las dijo Paloma [Herrera dirigió la compañía por cinco temporadas, de 2017 a 2021]. Por supuesto, no es nada que no sepan. Pero si yo vengo quiero trabajar bien, en armonía. Acá ahora estoy dando clases, soy un invitado.-¿Esta hipótesis incluiría volver a Buenos Aires?-Ya elegí un lugar [se ríe], el Alvear Icon, en Puerto Madero, que es hotel y residencias. Tiene el Crystal bar, de espumantes y champagne.-Porque si es, que sea con burbujas.-Sería volver, pero no dejar mi casa en Uruguay, por supuesto, y tener la libertad para viajar. Ahora mismo tengo ocupado hasta mediados de 2026 [hace una larga enumeración sobre los próximos meses, que lo lleva del centro de Europa a Japón y de Sídney a San Francisco, donde Tamara Rojo lo tiene como coach residente. Por supuesto, tiene bookeados sus días en el American Ballet, que fue su casa. Luego, su amiga Alessandra Ferri, con quien formó una pareja artística imbatible, asumirá la dirección en la Ópera de Viena. Es de esperar que también allí porte carnet de visitante frecuente].-Al final, no te presentaste al concurso internacional para dirigir el Ballet de Santiago en Chile.-Lo pensé, pero ya tenía mi año lleno de compromisos, no servía para nadie. Aunque conozco y me tratan divino, Chile hubiera sido otra vez un país nuevo para vivir. Era como irme un poquito más lejos de casa, y si lo hiciera entonces prefiero que sea acá. Pero como siempre digo estoy en contacto para lo que pueda ayudar.-En tus charlas de "gurú" para gente de la danza, como la que diste los otros días, decías que tratás de explicar "por qué estamos tan atrasados en la manera de formar a los bailarines" y de hacer un aporte al cambio.-Fijate, hace un mes, en el Prix de Laussane, había cuatro argentinos: tres que hasta ellos mismos notaban la diferencia de entrenamiento, y la ganadora [Paloma Livellara Vidart], que es argentina, pero venía de la escuela de Montecarlo donde estuvo los últimos años.-Siempre te importó mucho estar bien parado en el mundo, también cuando eras director del Ballet Nacional del Sodre. ¿Cómo decís que ven a la Argentina ahora?-Es una imagen que no se entiende. La Argentina en un momento fue muy respetada, ahora siento como que ni les importa. Teniendo todo el potencial que se tiene en el paísâ?¦ A los bailarines que llegan, luchando, todos los miran y después preguntan: ¿qué pasa, por qué no se quedan? O viene gente de afuera a trabajar acá y te comenta los problemas que tuvieron. Interiormente uno dice: ¡Por qué! Me da bronca ver, saber, que tenemos talentos y posibilidades, ¿por qué no se llega al máximo?-Siempre fuiste muy crítico del lugar que en el país se le da a la cultura, que no es el que merece. ¿Ahora con el cambio de gobierno cómo lo ves?-Recién empieza, hay que dar un tiempo. Antes la cultura tampoco eraâ?¦ tal vez para un sector, pero no para todos. Hablando del ballet, ¿qué fue lo que se hizo en serio, de nivel? ¿Cuántas veces las compañías salieron afuera? Ahora está este cambio y hay que esperar.-Estás interiorizado en la propuesta cultural del nuevo gobierno.-He escuchado y también me mandan cositas que no sabés si son reales. Hay que dar tiempo. Empezaron en diciembre, ¿los otros cuánto tiempo tuvieron? Quizá es cuestión de acomodar las cosas sin tanto despilfarro, hacer una limpieza, buscar que todo sea más equilibrado. Yo con mi familia y mis amigos no charlo de política, porque es siempre para pelea. Antes no era así, pero a esto llegamos, no podemos hablar. A mí no me gusta meterme muy profundo y dentro de lo que puedo voy a ayudar en lo que sé, que es la danza. Del único partido político que soy es del arte.-¿Qué hacés cuando no estás trabajando?-Trabajo. Mi cabeza trabaja igual. En casa trato de estar tranquilo, de desconectarme, que es algo que me cuesta.Desconectarse no es un tema de tecnologías ni dispositivos para una persona que ni siquiera tiene redes sociales ("solamente LinkedIn"). Cuando lo dice, Bocca hace como si estuviera desenchufando unos cablecitos imaginarios de su mente. Después de vivir una década en Montevideo, el tiempo que dirigió el Sodre, se mudó a Maldonado con su pareja. Ahí, en "las afueras", como le gusta decir, está su refugio.Rumbo al camarín que comparte por estos días con Wainrot, toca un tema de época: cómo en el ámbito profesional también la danza tuvo que adecuarse a los tiempos que corren. "Ahora no te podés acercar a nadie, hay que mantener distancia. El año pasado en Estocolmo, teníamos que preparar Manón y me dieron un protocolo del ensayo: había que ver si los bailarines querían hacer la parte del beso o no, y si lo hacían había que ver que no hubiera acoso. Dos días antes de salir al escenario tuve que preguntarles: '¿Podrían ensayar el beso?'", cuenta. Y saca una galería de anécdotas por el estilo, donde los temas de género y de diversidad son el común denominador. Dice que hay una escuela, por ejemplo, donde las clases de partenaire se dan con muñecos. "La obra La Bayadera en algunos lugares ya no se programa y El corsario, por el tema de las esclavas, tampoco; que en El Cascanueces sacaron la danza china, y que cuando hacen La bella durmiente, el personaje del moro ya no se puede maquillar. A mí me da bronca, porque me parece que en la ópera no pasan tanto estas cosas. La danza llegó a un punto más allá. Yo me adapté, en las clases ya no hago grupos de varones y de mujeres, ni marco un paso para unos y para otros. No tengo problema, tuve que incorporarlo. Pero siento que en el ballet hay muchas más restricciones que en el teatro".Personaje ya conocido entre los pasillos del teatro, Zoraida recorre la fila de camarines y monta guardia en la puerta del suyo. "¡Conozco a Julio desde que tiene ocho años", dice y lo aprieta en un abrazo ni bien sale. No sabía que Nancy, su madre (y primera maestra de danzas) había muerto, y le pide que se cuide mucho. En el ascensor que baja hasta el tercer subsuelo, se van sumando otros saludos, incluido el de Mario Galizzi, el director del Ballet Estable, a quien lo une una larga relación.Tendido en el suelo, con la espalda en el piso, el maestro estira las piernas tensando una banda de elongación, y se prepara para dar su segunda clase del día. "Son buenísimas, tienen el estilo de Willy Burmann. Yo no me las pierdo", dice un solista del Estable. A diferencia del San Martín, en el Colón las clases son optativas. Por una suma de factores, entre los cuales la posibilidad de elección y el tema del horario no son menores, la clase arranca con sólo veintisiete bailarines de una plantilla de alrededor de cien, y termina con algunos menos todavía. Media hora más tarde hay cuarenta profesionales sobre el escenario, dándole la vuelta a la rueda de la fortuna, los placeres y el amor que propone Carmina Burana.Cambiado y con amigos, Bocca se acomoda en el palco 9 para la función que está por comenzar. Son pocos en el público los que lo vieron llegar. Para cuando vuelva a encenderse la luz de la sala, ya se habrá ido. Al menos por ahora.




© 2017 - EsPrimicia.com