El secretario del Tesoro Scott Bessent y el representante Comercial de EE.UU., Jamieson Greer, iniciarán conversaciones con el viceprimer ministro chino, He Lifeng, este fin de semana en Suiza. Leer más
Desde 2008 y hasta hace pocos días, Pablo Dimitroff fue el director médico de la Clínica Olivos, el sanatorio donde, a principios de noviembre de 2020, Diego Armando Maradona fue operado de un hematoma subdural en la cabeza. Hoy declaró como testigo en el juicio donde se debaten las circunstancias que rodearon la muerte del astro y fue contundente en sus afirmaciones."El domicilio no era el lugar adecuado para la continuidad del tratamiento", sostuvo Dimitroff al declarar bajo juramento de decir la verdad ante el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N°3 de San Isidro, a cargo del debate en el que hay siete acusados.Maradona, finalmente, falleció el 25 de noviembre de 2020 en una casa que le habían alquilado en el barrio privado San Andrés, en Benavídez, partido de Tigre. Había sido externado de la Clínica Olivos dos semanas antes.Dimitroff, primero, ante preguntas de Patricio Ferrari, uno de los fiscales generales adjuntos de San Isidro a cargo de la acusación pública, recordó cómo fue la llegada de Maradona a la Clínica Olivos y los momentos previos y posteriores a la intervención quirúrgica.El testigo recordó que después de la operación, Maradona "estaba notablemente mejor, era otro paciente". Y agregó: "El equipo médico estaba muy satisfecho y sus familiares estaban gratamente sorprendidos por la mejoría".Después, Dimitroff habló de lo "difícil" que era el paciente Maradona. "No era fácil que [Diego] entendiera que se tenía que dar quieto", explicó. Y, posteriormente, hizo referencia a un episodio, entre el 5 y 6 de noviembre de 2020, de "excitación psicomotriz bastante complejo, parecía un síndrome de abstinencia, creemos que de alcohol porque era lo que pedía y demandaba".Entonces, según recordó el testigo, hablaron con los médicos que tenían el paciente a cargo. Nombró, en ese sentido, al neurocirujano Leopoldo Luque y la psiquiatra Agustina Cosachov, dos de los imputados sentados en el banquillo de los acusados.Luque y Cosachov les comentaron que esas crisis eran parte del problema que ya tenían en el domicilio y que por momentos lo tenía a Maradna agresivo y excitado. "Fue a partir de esa situación que planteamos que teníamos un problema por delante y que iba a ser difícil llevarlo al domicilio. Parecía que había una preocupación genuina de nosotros, de los médicos tratantes y de las hijas de lo que estaba pasando con el paciente más allá del drenaje del hematoma subdural", dijo el testigo.Cuando el testigo hablaba en primera persona del plural se refería a la Clínica Olivos y la empresa de medicina prepaga Swiss Medical."Los médicos tratantes [por Luque y Cosachov] cuando veían la excitación [de Maradona] nos planteaban que se hiciera lo posible para tenerlo tranquilo y sedado. Pero no se puede tener a un paciente permanentemente sedado", explicó Dimitroff. El testigo recordó que Maradona estuvo sedado un poco menos que 24 horas. "Tuvimos el efecto que buscábamos, no poner en riesgo al paciente y los accesos que tenía colocados. No se lo puede tener sedado permanentemente. ¿Cómo seguimos, cuál es el plan que pensaban hacer? No estaba en claro de parte de ellos [cuerpo médico tratante] como se iba a continuar el tratamiento".Entonces, Dimitroff contó que con representantes de Swiss Medical comenzaron a preparar un plan para continuar el tratamiento y ofrecérselo a la familia y a los médicos tratantes."Para nosotros la opción de que se vaya a su casa no era la adecuada en ningún momento. El paciente sin control en un domicilio, para mí, era gran parte del problema. Tenía que modificarse esta situación. Tenía que ver con sus conductas, que eran autolesivas; no comía como correspondía, tomaba cosas que no le hacían bien; no se levantaba de la cama; estaba despierto de noche y dormía de día. Nos parecia que el domicilio no era el lugar adecuado para la continuidad del tratamiento que había iniciado en la Clínica Olivos con el drenado del hematoma", afirmó Dimitroff.El testigo recordó que hablaron [por la Clínica Olivos y Swiss Medical] con el médico Mario Schiter, quien también declaró como testigo en el juicio y que había atendido a Maradona, que tenía un rol de en una clínica psiquiatra."Se armó una estructura con profesionales para que se encarguen de toda estas terapias relacionadas con abusos de sustancias y síndromes de abstinencias de estas sustancias. Queríamos derivarlo", dijo el exdirector médico de la Clínica Olivos.Según Dimitroff, el 9 de noviembre de 2020 hubo una reunión con los médicos tratantes y las hijas del astro donde le plantearon lo que creían que era la "única alternativa para continuar la recuperación del paciente". El testigo afirmó que le hicieron la propuesta de la derivación. "En este lugar se iban a encargar de su recuperación motriz y se iban a ocupar de las consecuencias de los síndromes de abstinencia".Ante una pregunta del fiscal Ferrari, Dimitroff sostuvo que la primera recepción de los médicos tratantes y la familia fue favorable, pero al explicarles que había un límite que era la aceptación del paciente, Luque respondió: "Entonces es imposible, el paciente no quiere otra cosa que irse a su casa". Y agregó: "Era la carta [la derivación] adecuada para continuar el tratamiento. Ante la negativa del paciente, la única instancia que quedaba era intentar hacer una internación contra la voluntad del paciente. La única indicación fue plantear que el paciente no fuese a su domicilio, no era lo que médicamente necesitaba".Como respuesta, primero, Dimitroff y la empresa de medicina prepaga recibieron un pedido de tiempo."Después, nos plantearon que no iban a tomar la opción de la derivación. Que iban a armar algo en el domicilio. Creo que fue el doctor Luque. Me dijo que habían evaluado y que no iban a aceptar ir a otro lado que no fuera un domicilio y que estaban buscando conseguir un domicilio que cumpliera con todos los aspectos que necesitaban para tener un mejor control de todo lo que tenía que ver con el cuidado del paciente una vez externado", sostuvo el médico. Se trató de una comunicación por chat o por teléfono, no fue personalmente.El testigo agregó: "El 11 de noviembre, intempestivamente, nos dijeron que habían conseguido el lugar y nos pidieron una ambulancia para el traslado". El pedido fue hecho personalmente por Cosachov, según Dimitroff. Dos semanas después, Maradona moría en la casa donde había sido trasladado.
El cardenal Luis José Aparicio, arzobispo de Bogotá, participará en la elección del nuevo sumo pontífice, tras la muerte del papa Francisco, ocurrida el lunes 21 de abril de 2025
Holland (EE.UU./2024) Dirección: Mimi Cave. Guion: Andrew Sodroski. Fotografía: Pawel Pogor selzki. Edición: Martin Prensa. Música: Alex Somers. Intérpretes: Nicole Kidman, Matthew McFayden, Gael García Bernal, Jude Hill. Duración: 108â?². Disponible en: Prime Video. Nuestra opinión: buena. Raro el efecto de algunas películas. El término para definir Holland, el thriller que Prime Video ingresó a su acervo hace apenas unos días, es "adecuada". "Adecuada", no "necesaria", término demasiado empleado cuando, sabemos, ningún film lo es. "Adecuada" en cuanto a que las elecciones técnicas y, sobre todo, de elenco, son las que deben ser. Es adecuada Nicole Kidman, es adecuado Matthew McFayden, es adecuado Gael García Bernal. Pero todo esto se vuelve singular: la adecuación de cada intérprete a su personaje nos coloca en un lugar demasiado cómodo, en especial cuando se trata de un cuento sobre vida idílica y asesino serial.Holland es el nombre del pueblo en el que se desarrolla la trama, que tiene como fin contarnos que, detrás de cada paraíso se esconde una serpiente que lo arruina. Desde Terciopelo Azul, por lo menos, sabemos que, cuanto más colorido, perfecto, lleno de flores y soleado sea un pueblito americano, más terrible será el secreto. Adecuado, pues. Hay una mujer con familia idílica (de un solo hijo) que comienza a sospechar que su marido, hacedor de maquetas (¿no vimos algo así en Beetlejuice?), le es infiel o algo así. Conoce a un maestro, comienza a investigar a su pareja con la ayuda del muchacho, con el que además empieza a sentir atracción, y descubrimos que el marido amantísimo, pero raro podría ser un asesino serial. Dejamos aquí el resumen: ya sabemos que spoilear cuesta caro.Pero aquí venimos. Kidman pasó por un rol similar en muchas películas, desde la fallida Las mujeres perfectas, de Frank Oz, hasta tres miniseries (Big Little Lies, The Undoing, La pareja perfecta). Y la psicopatía potencial la creó en la genial Todo por un sueño, de Gus Van Sant. Así que está cómoda en el rol: la mujer aparentemente satisfecha y bella que siente que algo no está del todo bien. El marido es McFayden, a quien tanto en Succession como en Deadpool & Wolverine reconocemos como un tipo con agenda perversa detrás de ojos acuosos, falsamente ingenuos. Y el maestro García Bernal tiene todos los tópicos del tipo "de afuera" con sentido común. Muy adecuado para contar que la vida burguesa es en el fondo el infierno. Ya lo sabíamos (los cinéfilos recordarán que Claude Chabrol se ganaba muy bien los garbanzos variando el tópico ad nauseam) pero cada tanto nos gusta, voyeurs perversos como somos, ver hasta qué punto. Pues bien, aquí vamos otra vez a la misma montaña rusa que cambió un poco de locación.Puede pensar el lector que todo esto es para decir que no vale la pena. Y no, al revés: sí lo vale. La razón es justamente que estamos muy cómodos en este universo y con este cuento conocidos. Y aun así, cada pequeño detalle, el color saturado que semeja la maqueta que es el corazón metafórico de la película, los gestos cotidianos que se cargan de tensión, y los actores mostrando hasta el virtuosismo que tienen esas criaturas precisamente entrenadas desde siempre, nos obligan a seguir mirando. Son los domadores del circo cuando ya no podemos ver leones enjaulados en la arena.Porque en última instancia, si Holland no llega a ser una parodia (aunque sí, se acerca bastante a ese sub subgénero de matrimonio en problemas en pueblito de ensueño mencionado más arriba), sí es una sátira. Los diálogos, sobre todo hacia el final con el encuentro definitivo entre esposa, marido e hijo, satirizan todos los lugares comunes de la corrección conyugal, como si alguien tomara las páginas de una revista femenina y las volcase en una licuadora aderezada con hemoglobina. Esto, amigos, es mucho menos un melodrama y mucho más una comedia negra (negrísima) sobre lo que ocurre realmente dentro del cerebro de ciertas personas en contraste con el mundo que los rodea. Algo que la realizadora Mimi Cave ya había ensayado en parte en su película anterior, Fresh. Y aunque es posible que la intención primigenia sea el repetido cliché de "pueblo chico, infierno grande", lo que está realmente en cuestión es el estatuto de la realidad y la cordura -sobre todo, la falta de ella- que nos obliga a seguir (paradójico, lo sabemos) fingiendo demencia, hasta que la demencia se convierte en otra cosa. Incluso si se trata de una película más, hay dos elementos (uno de ellos desgraciadamente discursivo) que generan una bienvenida inestabilidad: el plano "holandés" de Kidman, las palabras finales mientras el tren (¿real? ¿imaginario?) se aleja por un túnel. Para ser un thriller con demasiadas recetas conocidas, tal conclusión se vuelve adecuada. Nos pregunta algo mucho más interesante que la narración por sí misma: si aún podemos creer en lo que nos sucede. Y mucho más importante, si aún podemos creer en las películas, especialmente en las más adecuadas.
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